domingo, 31 de enero de 2016

Los tres abortos de la emperatriz

Heidy nació en el país de los hijos únicos. Pertenece a la generación de los “pequeños emperadores” o “xiao Huángdì” (小皇帝), término que se refiere a los niños mimados que se creen el centro del universo, emperadores de un reino donde los súbditos son sus padres y abuelos. 




Cuando Heidy cumplió los 20 años tomó la valiente decisión de rasurarse los vellos de las axilas.  El día que se llenó de valor para contárselo a su madre, esta la abofeteó, le dijo que era una estúpida, que tener vellos era normal, que cada parte del cuerpo tenía una razón de ser y que ir contra eso era una insensatez. Durante semanas no le dirigió la palabra hasta que el paso de los días hizo que la tensión se apaciguara. Distinta fue la reacción cuando Heidy, a los 17 años, le confesó que estaba embarazada. Cuando por fin le dijo, su madre la miró fijamente, le preguntó por qué no se había protegido y de quién era el bebé. Después guardó silencio mientras buscaba un número en su agenda telefónica. “Querido, necesito pedirte un favor, dame el número de un doctor discreto que pueda ayudar a mi hija”, le dijo a un amigo de años. “Listo, tenemos cita para mañana con el Dr. Hong a las 8am”, le dijo a Heidy después de colgar el teléfono. “Cita para qué”, preguntó la adolescente. “Para que te saquen ese problema”, contestó su madre.
Así se resolvió el primer gran problema de la vida de Heidy. Antes no había tenido una razón para realmente preocuparse. Su vida estaba marcada por una constante: solo tenía que abrir la boca y pedir para que sus padres o abuelos le cumplieran hasta el mínimo capricho. Era la hija única de un matrimonio de dos pekineses, cada uno con un departamento en la capital china. 

Ellos no crecieron en la misma ciudad cosmopolita que su hija. Beijing, treinta y cinco años atrás, era otra. Casi no había carros, sino bicicletas. Tampoco edificios altos ni tantos extranjeros. Era una China donde recién se había instaurado la política de reforma y apertura que permitió el ingreso de la inversión extranjera al país y lo transformó. A fines de los 70 también se instauró la política del hijo único, misma que hace poco se derogó, pero cuyas huellas se evidencian en la generación actual. Se estima que durante los 30 años que estuvo vigente, 400 millones de chinos dejaron de nacer. El objetivo era controlar la explosión demográfica en un país que había dejado de pensar que “era bueno tener muchos hijos para que vayan a la guerra” como en la época de Mao Zedong. Si las parejas seguían teniendo 5 ó 7 hijos, no se habría alcanzado los programas de desarrollo. Pero más allá de la economía, la política del hijo único inevitablemente influyó en la psiquis de toda una generación. A menudo calificados como “engreídos”, los jóvenes de esa nueva generación de chinos ya llegaron a la mayoría de edad y hoy configuran un nuevo rostro para la China que, por la apertura comercial, es cada vez más occidental. 

El segundo
Los expertos en comportamiento del consumidor aseguran que el paladar de los chinos se está occidentalizando. El café, el vino y los extranjeros forman ahora parte de los menús de los chinos. Tres cosas que Heidy adora. A su primer novio extranjero lo conoció en el gimnasio. La clase de spinning le apasionaba mucho más que las tres carreras universitarias que intentó seguir en la Universidad. Heidy no tuvo que competir con los demás adolescentes de su edad por un cupo para estudiar en una prestigiosa universidad de Beijing. El gaokao “高考” (examen de ingreso a la universidad en China) nunca fue su dolor de cabeza. Comenzó a estudiar Arquitectura, luego Diseño de Interiores y después Diseño Gráfico, pero en ninguna persistió. Prefería pasarse las tardes andando en bicicleta estática al ritmo de las canciones de Katy Perry o Taylor Swift. Podía pasar hasta tres horas haciendo spinning sin aburrirse. La dedicación de Heidy, que ya tenía 21 años, la llevó a destacarse entre sus compañeras y pronto se convirtió en instructora de spinning. Allí conoció a Matt, un californiano de su edad que –como ella- dedicaba tres horas diarias al gimnasio. Su altura, color de piel y su pasaporte americano le llamaron la atención. La primera vez que lo vio levantando mancuernas de 35 kg con cada brazo, Heidy no pudo evitar imaginárselos viviendo juntos en California, caminando de la mano por la playa. Pronto se hicieron amigos. Después comenzaron a salir a bares y una de esas noches, con ayuda del alcohol, pasó lo que Heidy estaba buscando. Era la primera vez que estaba con un extranjero y quedó fascinada. El cuerpo de Matt y su desempeño sexual hicieron que ella se cuestionara por qué antes solo había estado con chinos. Matt era perfecto ante los ojos de Heidy, excepto por un detalle. No le gustaba usar preservativo y le había advertido que él no podía estar con una mujer que lo presionara a usarlo. Ella no quería separarse de él, así que aceptó. El resultado: a las pocas semanas comenzó a sentir una insoportable picazón en el área vaginal y se le había interrumpido la menstruación. Matt le había contagiado de una enfermedad venérea y además estaba embarazada. Heidy estaba aterrada por la enfermedad, pero no por el embarazo. Esa misma noche sacó cita con el Dr. Hong. A Matt le reclamó por haberla contagiado y lo dejó, pero no le mencionó sobre el bebé. 

El tercero
El trabajo en el gimnasio pronto le valió las críticas de su madre que la presionaba para que consiguiera un trabajo “normal”, algo serio “como todo el mundo”. Los cuestionamientos se hicieron cotidianos y la paciencia de Heidy se fue agotando, así que se le ocurrió una idea para irse a vivir sola. Le dijo a sus abuelos que quería mejorar su nivel de inglés y enfocarse en el idioma durante las mañanas. Como el trabajo en el gimnasio era solo en las tardes, tenía tiempo suficiente para estudiar y hacer tareas de inglés en la mañana. Los abuelos estuvieron de acuerdo en pagarle una costosa academia de inglés donde todos los profesores eran extranjeros. Al poco tiempo de haber comenzado a estudiar inglés, Heidy le planteó otra idea a sus abuelos: la mejor manera para practicar inglés era vivir con un extranjero. “Será como tener un profesor en casa y gratis”, les dijo. Al inicio, ellos pusieron resistencia. Era impensable imaginar al tesoro de la familia durmiendo a solo una pared de distancia de un completo desconocido. Pero Heidy era persuasiva y llevaba una vida de experiencia manipulando a sus padres y abuelos. Así que al poco tiempo, alquiló un departamento en la zona de Caofang, al este de Beijing, en un área alejada donde se están construyendo muchos edificios. Puso un aviso en TheBeijinger.com, un portal donde los extranjeros encuentran vivienda, trabajo, mascota, sexo y hasta utensilios de cocina.
Dustin, estadounidense de 23 años, vio el aviso y llamó a Heidy. Quedaron en verse al día siguiente. La química fue inmediata. Él le contó que recién había llegado a China para estudiar el idioma durante un año y que mientras tanto pensaba enseñar inglés para ganar algo de dinero. A los pocos días, Dustin se mudó al departamento con Heidy. Ella estaba encantada de vivir con un musculoso chico rubio de ojos verdes y con pasaporte americano, por eso decidió conquistarlo. Le cocinaba a diario, lo ayudaba en sus tareas de la universidad y hasta ponía su ropa en la lavadora. Una noche, Dustin llegó borracho a casa. Estaba tan mal que se sostenía de las paredes para no caerse. Heidy escuchó desde su cuarto cómo Dustin iba tropezando con los muebles. Inmediatamente salió para ayudarlo. Lo acompañó hasta su cuarto. “Necesitas cambiarte de ropa, tu pantalón está muy sucio, parece que te has caído en la calle”, le dijo. Él solo asintió con la cabeza. Heidy sabía que era su oportunidad y lo besó. Esa noche fue la primera de tantas en las que Dustin y Heidy durmieron juntos. A los pocos meses, ella quedó embarazada. Aunque pensó en abortar de inmediato, se le ocurrió una mejor idea. Le contó a Dustin que iban a tener un bebé. Él, que se había enamorado y quería ser padre, le dijo que tendrían el bebé en EE. UU. y que allá harían su vida. Hicieron todos los trámites y cuando Heidy tuvo listo su visado y los pasajes, fue a la clínica de abortos. “Yo no quiero ser mamá, solo quiero irme de China”. Al llegar a California, Heidy fingió un aborto espontáneo. Dustin le creyó y hasta hoy viven felices cerca de la playa. 


viernes, 22 de enero de 2016

Xu Shicheng, el latinoamericanista

CONOCIÓ al Che Guevara y a Hugo Chávez. Cortó caña en Cuba durante los primeros años de la revolución de Fidel y sembró arroz en unas granjas de Guangdong durante la Revolución Cultural. El profesor Xu es uno de los pioneros de los estudios latinoamericanos en China.



Acaba de ser invitado como observador en las elecciones legislativas de Venezuela. En 2011 publicó la biografía de Hugo Chávez en chino. Recita de memoria los nombres de los últimos presidentes mexicanos. Reflexiona sobre lo que significa la victoria de Macri en Argentina. Sabe quiénes son los principales opositores del presidente Rafael Correa en Ecuador. Y cuando habla de Fidel, el Che y Cuba, su mirada se ilumina. Se trata de Xu Shicheng, de 73 años, profesor-investigador del Instituto de América Latina (ILAS), adscrito a la Academia China de Ciencias Sociales.
“Es uno de los académicos chinos que más conoce América Latina”, afirma el embajador de Venezuela en China, Iván Zerpa. Mientras que para los jóvenes chinos que se han especializado en el idioma de Cervantes, como Wang Luo, periodista de la Radio Internacional de China, “¿quién mejor que el profesor Xu para hablar sobre Latinoamérica?”.
Lo que tal vez pocos saben es que el profesor Xu, antes de aprender español, estudió ruso en el Instituto de Lenguas Extranjeras de Beijing en 1959. Un año después entró a la Facultad de Español de la Universidad de Beijing.
Su pasión por América Latina comenzó hace medio siglo durante unos años convulsionados en Cuba. “A mí me gustaba mucho la literatura latinoamericana, pero me atrajo más la Revolución Cubana y, después, el Che Guevara. Yo tuve conversaciones personales con el Che Guevara porque llegué a Cuba en enero de 1964 y el Che Guevara salió de Cuba en 1965. Cuando estaba en Cuba, yo asistía con frecuencia a los actos de masas y escuchaba los discursos de Fidel y del Che. Me gustaba ir, sobre todo, a la Casa de las Américas. En este lugar, a menudo había conversaciones y venían los escritores latinoamericanos y dirigentes de las insurrecciones de Guatemala, Venezuela, Colombia… la entrada era libre. La Casa de las Américas está muy cerca del Edificio 12 del Malecón, donde nos hospedábamos los becarios. Yo cada día compraba los periódicos, primero Hoy y Revolución, y después Granma”.
Si bien Cuba marcaría su vida para siempre, él no fue quien escogió ir a la mayor de las Antillas. “No fue una decisión mía, fui enviado por el Ministerio de Educación de China. Además no había intercambio con España, porque China no había establecido relaciones ni con España, ni con Chile ni con México. Cuba era la única alternativa. Mi propósito estaba ya definido: tenía que perfeccionar el español y adquirir los conocimientos sobre América Latina porque yo iba a trabajar en el ILAS”.
Durante su estancia en Cuba, el entonces joven Xu solía ir a las zafras a cortar caña. “Para mí fue una buena oportunidad para conocer el campo de Cuba. Entonces, además de trabajar, yo hacía investigaciones porque me interesaba conocer cómo era el campesino cubano”.
En esa época, el Gobierno cubano les daba mensualmente 30 pesos, equivalentes a 2 o 3 dólares; lo que era suficiente para estudiar y las necesidades básicas. La comida era gratuita. En enero de 1967, después de tres años de estudio, regresó a Beijing a trabajar en el ILAS. Pero entonces, China había cambiado mucho. Un año antes había comenzado la Revolución Cultural. “En el Instituto ya había cesado la investigación, todo el mundo estaba en plena campaña de la Revolución Cultural. Poco después, en diciembre de 1967, tuve que ir a una granja del ejército a trabajar en Shantuo, provincia de Guangdong, porque había una orden de que los estudiantes posgraduados que habían regresado del extranjero tenían que trabajar en las granjas del ejército para cambiar la mentalidad. Entonces estuve sembrando arroz aproximadamente siete meses. Después de terminar mi trabajo en la granja del ejército, tuve que ir durante medio año a una granja civil en Henan. Luego debía volver a trabajar en el ámbito académico, pero como el ILAS dejó de existir durante un período, los que, como yo, sabíamos español, trabajamos en la División de América Latina del Departamento de Enlace Internacional del Comité Central del Partido Comunista Chino”.
La Revolución Cultural terminó en 1976, el ILAS se restableció un poco antes de eso y el profesor Xu se reincorporó. En ese entonces, los temas que más se analizaban eran la revolución cubana, la revolución guatemalteca, la revolución de Nicaragua, las relaciones de América Latina con Estados Unidos. En la década de los setenta, China estableció relaciones con 10 o 15 países latinoamericanos. El profesor Xu fue jefe de la División de los Países Andinos. En 1979 visitó Colombia, Chile, Venezuela y México. Escribió sobre la historia de Ecuador, Bolivia, Colombia, Perú, Venezuela y Nicaragua.
“Después de mi jubilación en 2008, me concentré en estudios sobre la izquierda en América Latina, por ejemplo, el gobierno de Hugo Chávez, ahora de Nicolás Maduro; el de Rafael Correa y el de Evo Morales. Visité Ecuador y Bolivia para conocer cómo gobiernan las izquierdas allí. En 2011 publiqué la Biografía de Hugo Chávez en chino”.

Acortar la brecha cultural
Después de hablar con el profesor Xu, dos preguntas quedan en el aire: La primera, ¿cuántos chinos conocen tan profundamente América Latina? Y, la segunda, ¿cuántos latinoamericanos conocen de la misma manera China? El profesor Xu las responde de alguna manera.
“Creo que hace 20 años, los estudios en América Latina sobre China eran bastante pobres, había muy pocos centros de estudios sobre China. El Centro de Estudios sobre Asia y África, del Colegio de México, fue pionero en estudiar sobre China. Pero en los últimos años han aparecido diversos centros sobre China o sobre Asia Pacífico, como en Colima (México), y en otros países como Argentina. Mientras tanto, en los últimos años en China también han proliferado los centros de estudios latinoamericanos. Aún así, la verdad es que, hasta ahora, en China hay pocos conocedores de América Latina. Por ejemplo, en universidades como Beida y Beiwai (en Beijing) hay buenas facultades de español, hay profesores que hablan muy bien español, pero hay poco interés en estudios sobre América Latina. Una parte de los profesores se interesa por la literatura, el realismo mágico de García Márquez, pero no le interesa Hugo Chávez, ni Fidel Castro, ni Peña Nieto. Sin embargo, el interés está creciendo. En la década de los 70, el Ministerio de Educación de China solo permitía que 12 universidades tuvieran facultades de español, pero después la orden del Ministerio se suspendió porque aumentó la necesidad. Hay muchas corporaciones chinas en América Latina que trabajan en minería en Perú o en plantas hidroeléctricas en Ecuador”.
A pesar del camino avanzado, ¿qué hace falta para mejorar el conocimiento mutuo entre China y América Latina? “Para hacer investigaciones sobre AL es necesario saber leer y hablar español, hace falta preparar y formar a nuevos investigadores, que conozcan bien América Latina y dominen el español. Es una lástima que actualmente ninguno de los tres directores del ILAS hable español, pero afortunadamente en el Instituto ya hay 15 jóvenes investigadores bien preparados, ellos son el futuro del ILAS”.

miércoles, 30 de diciembre de 2015

“Estados Unidos tiene horror al ascenso chino”

Mucho es lo que se ha dicho en occidente sobre las “intenciones neocolonizadoras” de China y su “afán de hegemonía”. Se dice que los chinos quieren arrasar con los recursos naturales de África y América Latina para sostener su crecimiento económico, y que imponen a sus empresas en los contratos de las grandes obras de infraestructura que financian. La académica costarricense, Patricia Rodríguez, discrepa con esas opiniones. Ella lleva años dedicada al estudio del sistema político chino y ha publicado varios libros al respecto. Recientemente estuvo en Beijing trabajando en una investigación con la Academia China de Ciencias Sociales. América Economía conversó con ella sobre las oportunidades y desafíos de las propuestas chinas del Banco Asiático de Infraestructura y la iniciativa de “Una franja y una ruta” que busca revivir la antigua Ruta de la Seda y así facilitar el intercambio comercial con Europa. Rodríguez, quien hizo una Maestría en Administración Pública en la Universidad de Harvard, afirma que las organizaciones no gubernamentales (ONG) son utilizadas para impedir el avance de los proyectos chinos en occidente y, además, sirven para promover la democracia occidental en el mundo como una verdad casi religiosa.



Como socio principal en temas de infraestructura, China ha invertido mucho alrededor del mundo. Recientemente se han escuchado las propuestas del Banco Asiático de Infraestructura (BAII), el Fondo de la Ruta de la Seda, el Banco de los Brics, etc. ¿Con qué ojos deben mirar estas propuestas los países en vías de desarrollo?

Patricia Rodríguez: A pesar de que Estados Unidos les dijo a sus aliados que no entraran en el BAII, ellos no pudieron resistirse. Entonces, los latinoamericanos seríamos muy tontos si no hacemos lo mismo. Esta es una oportunidad de desarrollo que se nos está presentando. China tiene exceso de capacidad en la construcción de carreteras y de trenes de alta velocidad y eso es lo que nosotros más necesitamos. La característica principal de la iniciativa “Una franja, una ruta” se puede resumir en una palabra: conectividad. Lo que los chinos buscan es conectividad porque quieren repetir en el mundo lo mismo que a ellos les trajo su gran éxito. Eso fue conectar el este con el oeste mediante carreteras y trenes. Los latinoamericanos no hemos hecho eso.

El premio Nobel de Economía, Joseph E. Stiglitz, en una columna publicada en diario El País, de España, señaló que “el que Estados Unidos se oponga al BAII no es consistente con sus prioridades económicas declaradas en Asia” y agregó que “por desgracia, este parece ser otro caso de inseguridad estadounidense sobre su influencia mundial”. ¿Qué opina usted?

Basta ver las campañas electorales en EEUU, China es el chivo expiatorio de todos sus problemas. Ellos tienen horror del ascenso chino y así ha sido siempre. Desde que Japón estaba creciendo tremendamente, en Estados Unidos se discutía cómo “bajar” a Japón, igual pasó cuando Brasil quiso incursionar en el mercado de las computadoras, inmediatamente impusieron medidas comerciales para detener a Brasil. EEUU no puede permitir que surja alguien que amenace su hegemonía. De hecho, el prestigioso experto estadounidense en Relaciones Internacionales, John Mearsheimer, reconoce que EEUU simplemente no quiere que nadie cuestione su hegemonía, entonces ellos ven la propuesta china de “Una franja, una ruta” y el BAII como amenazas a su hegemonía.

Una de las críticas que se le hace al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial es que han condicionado la entrega de préstamos a cambio de que las naciones prestatarias se sujeten a su receta ideológica de desarrollo. ¿Están las propuestas chinas del BAII, el Banco de los Brics y el Fondo de la Ruta de la Seda libres de ideología?

La única ideología que tienen los chinos es el pragmatismo. Pero esa forma de pensamiento no quiere imponer ningún sistema político, ningún sistema de valores, simplemente hacer buenos negocios que tengan la característica de ganar-ganar. En el esquema darwiniano de la competencia que existe en occidente, las palabras “ganar-ganar” y “cooperación” no existen, solo existe la “competencia”.
Lamentablemente hay otras fuerzas detrás de quienes critican y se oponen a muchos de los proyectos chinos en otros países. Algunos le llaman “sociedad civil” pero, en realidad, no es eso, sino organizaciones muy bien estructuradas con directrices hechas en EEUU y en Europa. Me refiero a las ONG, al activista pro democracia, pro derechos humanos. Lo que está ocurriendo es que en los países occidentales no se pueden plantear propuestas porque siempre hay ONG que se oponen a algo y como ellas trabajan en red y, por ejemplo, las ambientalistas se unen a las que son antiglobalización, las pro gay y las feministas, todas se unen en cualquier causa que atañe a una de ellas. Entonces si en un país se necesita combatir un proyecto, todas se juntan, aglomeran un montón de gente para protestar en las calles, los gobiernos tienen miedo y no toman decisiones. Esas ONG no son representantes de la “sociedad civil” porque no toman en cuenta a las mayorías, sino que solo toman en cuenta los intereses de quienes las financian.
Para citar un ejemplo, en Costa Rica han querido construir la carretera 32 vía al Limón que se necesita urgentemente para desarrollar el comercio por el Atlántico y no se ha podido porque ha habido mucha gente que se ha opuesto a que China la construya.
Asimismo, yo creo que la propuesta del tren interoceánico Brasil-Perú, que tiene el apoyo de China, va a ser muy difícil de concretarse porque las ONG estadounidenses se van a oponer.
Si uno analiza los proyectos chinos en América Latina, uno se pregunta por qué México canceló, de un momento a otro, el proyecto del tren de Querétaro y el Dragon Mart en Quintana Roo, decisión que sorprendió a China. Cuando eso pasó, en las calles mexicanas había muchas protestas que definitivamente tenían influencia de ONG internacionales. Esto me da tristeza porque, otra vez, estamos perdiendo la posibilidad de desarrollarnos. Lo peor es que estos activistas no saben quién los está mandando porque es una cadena y quien, en última instancia, los financia es el Congreso de EEUU.
Así pasó en la Primavera Árabe, los activistas pensaban que estaban participando en política y cuando lograron tumbar el gobierno de Hosni Mubarak en Egipto, nadie sabía qué hacer. La promoción que hace EEUU de la democracia como si fuera una religión en países que no tienen las características ni la institucionalidad para ser democracias al estilo occidental, no está bien.
En el caso de la Primavera Árabe se aplica muy bien lo que dicen los chinos: el revolucionario nunca puede ser el constructor porque solo sabe destruir. Entonces China no quiere el camino de las revoluciones, sino el camino de la estabilidad y el aprendizaje para poder construir sobre la experiencia pasada.
Respecto a la propuesta china de  “Una franja, una ruta”, considero que también está amenazada por las ONG porque es la vía por donde los poderes occidentales están haciendo la guerra a quienes no piensan como ellos. De hecho, esta estrategia tiene un nombre. Hillary Clinton, en todos sus discursos, decía que ella está aplicando el “poder inteligente” (smart power). Este concepto, en realidad, es de Joseph Nye, ex subsecretario de Defensa bajo la administración Clinton. Él sugiere que las estrategias más eficaces en la política exterior de hoy requieren una mezcla de recursos de poder duro y blando. “Poder inteligente” es servirse de autores no estatales para lograr sus propósitos.


Hay quienes hallan un paralelismo entre la iniciativa de “Una franja, una ruta” y el Plan Marshall que impulsó EEUU para reconstruir Europa después de la Segunda Guerra Mundial y, también, para extender su influencia allí. ¿Encuentra usted similitudes?

Yo diría que hay una similitud positiva en el sentido de que el Plan Marshall fue una iniciativa ganar-ganar porque ganó Europa y ganó EEUU. Pero la diferencia radica en que el Plan Marshall excluía a la Unión Soviética porque como EEUU ganó la guerra puso las reglas y dijo que quién no se alineaba con el sistema capitalista de mercado, no entraba, y obviamente los soviéticos no lo iban a hacer. Además excluyeron a Polonia y Checoslovaquia que querían adherirse, pero los soviéticos no los dejaron.
El Plan Marshall tenía una finalidad geoestratégica porque tenían terror de que el comunismo entrara en Europa, entonces ahí había una razón ideológica. En cambio, en el caso del proyecto “Una franja, una ruta”, se trata de revivir la vieja ruta de la seda que era una idea brillante porque lo que verdaderamente funciona contra el terrorismo, por ejemplo en la zona de Asia Central, es el desarrollo económico. En pobreza florece el terrorismo; en riqueza, no. Por eso los chinos siempre han pensado que esa zona hay que desarrollarla y este proyecto caló muy bien con Europa porque necesita integrarse a China a través de toda esta faja para superar la crisis económica que vive. Entonces es una gran solución para Europa. Es una alternativa que no lleva metida ideología alguna, sobre todo, porque integra países que son contrarios los unos a los otros. Imagínese que el Banco Asiático de Infraestructura integra a Israel e Irán. Eso no lo hacía el Plan Marshall. Se trata del pragmatismo chino y yo creo que el mundo está necesitado de eso. El mundo está cansado de politiquería, de la injerencia en asuntos domésticos y está cansado de no ver a largo plazo. El pragmatismo funciona y eso lo demuestran los hechos, sino mire a China. Las ideologías nunca funcionan. 

*Esta entrevista fue publicada en diario El Telégrafo, de Ecuador:

miércoles, 16 de diciembre de 2015

Camping en la Muralla China / Camping in the Great Wall



Ocho veces he ido a la Muralla China, pero recién la octava vez conocí su rostro más genuino. Ese que tiene arrugas y manchas. Ese que aún no ha sido maquillado. Ese que generalmente no ven los turistas. Es una muralla distinta a la que había visto antes. Esta muralla que conocí es como una persona anciana que ha perdido vitalidad y ahora es muy frágil, aunque en las zonas turísticas, los chinos nos muestran una muralla adolescente. Algunos la llaman “Muralla salvaje” (Wild Great Wall) porque muchos de sus tramos se han ido destruyendo con el pasar de los años y la consideran “peligrosa”, incluso hay partes cubiertas de vegetación que dificultan su recorrido. Es allí donde vi los mejores paisajes de la Muralla China.

Con cuatro amigos quisimos embarcarnos en esta aventura. Cada uno había ido varias veces a los  tramos de la muralla que han sido restaurados para los turistas. La zona de Badaling es la más popular por su cercanía a Beijing (80 km) y porque la imponencia de la muralla es indiscutible.

Sin embargo, lo que se ve en Badaling tiene poco de lo que, en realidad, fue la muralla: los ladrillos lucen nuevos, se han dispuesto barandas a los lados para que los visitantes puedan apoyarse al subir algunos tramos empinados, hay muchos vendedores de recuerdos y bebidas que triplican o quintuplican su precio real, y, sobre todo, hay una marejada de gente que hace que tomarse una foto donde se aprecie la muralla sea una misión complicada. Lo que se muestra en Badaling es el producto de una profunda restauración con un objetivo turístico. Tal como si a una mujer anciana se le aplicara una gruesa capa de maquillaje para disimular las huellas de la edad. Hay quienes defienden a las arrugas como trofeos de batallas vividas. Pero si no se aplicaran técnicas de restauración en todos los destinos turísticos del mundo, me pregunto: ¿cómo sería el puente de San Francisco o el Tower Bridge de Londres, que dicho sea de paso, son muchos más jóvenes que la Muralla? Seguramente no se permitiría el paso de turistas como ocurre en los vestigios de los Mayas en Tulum o en las pirámides de Egipto porque es tal el grado de deterioro que es peligroso que visitantes caminen a través de ellos.  

La discusión sobre cuál es la forma adecuada de restaurar sin que se pierda la esencia se la dejo a los restauradores y arquitectos. A mis amigos y a mí lo que nos interesaba era la aventura de recorrer la muralla por una ruta que no había sido diseñada para los turistas.

Nos citamos a las 13h00 en la estación de buses de Dongzhimen, al noreste de Beijing, en la línea 2 del metro. Federico y Pablo, de Uruguay; Jean Baptiste, de Francia; María Esther, de Perú, y yo, de Ecuador estuvimos puntuales. Cada uno cargaba una pesada mochila en la espalda y además dos bolsos en los brazos. Adentro había comida, bebidas, bolsas de dormir, repelente para mosquitos y un botiquín en caso de emergencia.

Tomamos el bus 916. Aproximadamente una hora después llegamos la estación de bus Huairou (怀柔站). En realidad, no nos dimos cuenta porque todos estábamos dormidos. Fueron los pasajeros chinos del bus quienes nos habían escuchado decirle al chofer hacia dónde íbamos y fueron tan amables de estar pendientes de nosotros. Por eso, al llegar todos gritaron: 外国人下车 (waiguoren xiache) que significa “los extranjeros se bajan”.




Allí debíamos tomar un carro que nos llevara hasta la aldea Nanjili. Con mapa en mano y haciendo gala de su chino fluido, María Esther, que ya ha estado 7 años viviendo en China, le explicó al chofer adónde íbamos y regateó. Ese trayecto tomó alrededor de 1 hora. Al llegar a la aldea, tuvimos la suerte de encontrar a una mujer que estaba barriendo su casa. “¿Van a la muralla?”, preguntó. Evidentemente no éramos los primeros extranjeros, con ínfulas de Marco Polo, que habían llegado a ese lugar. “No, gracias, ya tenemos un mapa”, le contestamos. “¿Seguro? yo puedo llevarlos”, dijo la mujer. “No, no, podemos llegar solos”, contestamos. Menos mal María Esther tuvo la precaución de pedirle el número de teléfono y decirle que, en caso de que nos perdiéramos, la llamaríamos. Eran aproximadamente las 4pm de un caluroso día de agosto.




Federico y Pablo tomaron la delantera. A lo lejos, en la cima de la montaña se veía la torre o zhengbeilu, pero lo curioso es que nuestro camino iba en descenso y cada vez encontrábamos más arbustos. Por un momento me sentí en la Amazonia. Después de media hora de caminata en medio de árboles y maleza, nos dimos cuenta de que ese no podía ser el camino. Nos habíamos perdido, así que María llamó a la señora y tuvimos que regresar. En ese momento, nos comenzó a preocupar que pronto anocheciera y nos quedáramos sin luz. La señora dijo que si íbamos a buen ritmo, llegaríamos en poco más de una hora. Pero justo antes de arrancar, la señora se percató de que María Esther llevaba unas sandalias (grave error tomando en cuenta que íbamos a escalar una montaña). Sin que se lo pidiéramos, la señora le ofreció un par de zapatos a María. Afortunadamente calzaban la misma talla. Esos, tal vez, fueron unos de los zapatos más baratos que María ha comprado en su vida (20 yuanes o 3.5 dólares), pero definitivamente de los más útiles y oportunos. Así, nos lanzamos a la montaña. Junto a la señora china a la cabeza iban Federico, Pablo y Jean Baptiste. María Esther y yo, poco a poco, nos fuimos quedando atrás. Después de unos 45 minutos, yo empecé a sentirme muy débil, no había almorzado y, de repente, comencé a ver todo borroso. Sentía que iba a desmayarme, así que le dije a María que no podía continuar, que siguieran ellos, yo necesitaba comer y beber agua, sino arruinaría el viaje. En ese momento ya habíamos perdido de vista a Federico y Pablo. María no dudó ni un minuto, también estaba muy cansada. Los demás comenzaron a llamarnos. Aunque no nos veíamos, les dijimos que continuaran, que descansaríamos un rato. Así lo hicimos. Preparamos unos sánduches de queso con mortadela, comimos unos chocolates para elevar la glucosa y mucho jugo de naranja. Después nos quedamos conversando. Estuvimos ahí una media hora. Aunque teníamos miedo de que los demás se alejaran mucho y les perdiéramos el rastro, necesitábamos urgentemente descansar y comer. Afortunadamente al poco rato de escalar nos encontramos con Jean Baptiste que se había quedado esperándonos. Una media hora después, por fin, llegamos a Zhengbeilu. Le pagamos con gusto los 200 yuanes (unos 33 dólares) que nos pidió nuestra salvavida china.



Llegamos justo antes del atardecer. A partir de ahí, todo lo que pueda describir con palabras se quedaría corto con lo que mis ojos vieron. Pararse frente a un mar de nubes y ver a la muralla zambullirse como un dragón entre esas olas de algodón fue un espectáculo impresionante. Desde esa torre vimos cómo se escondía el sol al atardecer y cómo saludaba a la luna que llegaba imponente y solitaria. Así también quedó la Gran Muralla por primera vez frente a mis ojos. Sola. Sin gente que se quejara de sus interminables escalones ni del sol inclemente, ni niños escapando de los brazos de sus padres, o ancianos sentados tomando un descanso. En la noche, no había filas de turistas liderados por un guía con su banderita que gritaba con fuerza la historia de las miles de personas que trabajaron para construir este monumento que es orgullo de los chinos.




Alumbrados solo por la luna nos pusimos a armar las tiendas de campaña. Ese día constaté lo inútil que soy en estas cosas. Menos mal, Pablo, Federico y Jean Baptiste tenían más experiencia e ingenio. María Esther, por su lado, intentaba prender fuego. Cuando todo estuvo listo, y porque ya estábamos muy cansados, solo teníamos ganas de mirar a las estrellas. Pocas veces en la vida he tenido la oportunidad de ver un cielo tan despejado. A esa hora, las montañas y la muralla eran solo un mar negro a nuestro alrededor. Únicamente nos acompañaban las estrellas y el ruido de los insectos. Eso y el cansancio nos arrullaron.


A la mañana siguiente, el mismo ruido de los insectos y los primeros rayos de luz nos despertaron. Ver el amanecer en la muralla fue como descubrir el verdadero rostro de una mujer sin maquillaje. Una deliciosa oportunidad de encontrar belleza en lo imperfecto. Pronto, el mar negro se disipó y, en su lugar, hizo su entrada triunfal el sol en medio de rayos de luz naranjas y rojos.








Nos apuramos en desarmar las tiendas y acabamos nuestras últimas raciones de pan, jamón, queso y jugos en el desayuno. Aprovechamos para sentarnos a contemplar ese magnífico escenario y luego nos lanzamos nuevamente a la aventura. Nos habían dicho que solo teníamos que seguir la ruta de la muralla y que llegaríamos a Mutianyu, una de las zonas restauradas.






Una hora demoramos. Pero ese tramo fue uno de los más peligrosos. Es más fácil resbalarse cuando estás descendiendo, sobre todo, en ese terreno que era empinadísimo y no había escalones ni barandas, sino maleza, árboles y piedras. Muchas piedras. Por si fuera poco, algunas partes de la muralla se iban derrumbando cuando las pisábamos. María Esther tenía dificultades. Jean Baptiste y yo la ayudamos. Además, al tener las piernas más cortas, le costaba más estirarse o saltar para esquivar las piedras. Así, con un poco de temor y dándonos la mano entre todos, llegamos a Mutianyu. Nos recibió un cartel donde decía: Esta zona no es apta para turistas. Al lado estaba una señora que tenía una pequeña tienda de bebidas y artesanías. Para nosotros, esa tienda fue, más bien, un oasis y significó también el regreso “a la civilización”. Fue ahí donde terminó el silencio y también la auténtica muralla, esa que no olvidaré.  

jueves, 10 de diciembre de 2015

Concurso de español en China: España 1 - Latinoamérica 0

Hace poco fui uno de los jurados del concurso para estudiantes de español organizado por la CCTV, que es el principal canal de China. Lo que más llamó mi atención fue comprobar el escaso conocimiento que tienen los estudiantes chinos de español sobre Latinoamérica y lo mucho que se especializan en España. 




Una de las pruebas del concurso fue un debate donde cada finalista representaba a un país y debían tratar de convencer a un turista de que escogiera ese destino para su próximo viaje. Los países que ellos representaron fueron Argentina, Colombia, Perú, Chile, España y México. La representante de Colombia dijo que allí las hormigas eran una delicia gastronómica y no mencionó a la bandeja paisa. La de Chile jamás mencionó el pisco ni la playa de Viña del Mar. Recordó a Neruda, pero olvidó a Gabriela Mistral. El de México omitió mencionar a los mayas y a los aztecas. Dijo que el plato típico eran las tortas, pero se le escapó mencionar a los tacos. La representante de Argentina dijo que la mayor riqueza cultural de ese país era el ser una mezcla de las culturas de Italia, España y los nativos argentinos. Ni Borges ni Gardel pasaron por su cabeza. Sin embargo, la finalista que representó a España habló de cada una de sus regiones, de sus escritores, sus playas y su comida. Lo más sorprendente es que todos los finalistas tuvieron tiempo para prepararse con antelación. 





Yo, sinceramente, no culpo del todo a los estudiantes chinos, sino a la forma en cómo está diseñada su malla curricular cuando estudian para ser hispanistas. Según la visión de los profesores chinos que diseñan esos programas, solo el español de España es el puro, lo que hablamos en Latinoamérica es el hijo bastardo y defectuoso. Triste visión y, sobre todo, miope. Pero no solo es cuestión de ellos. Los latinoamericanos no hemos hecho bien la tarea de difundir nuestro español y convertirlo en un ‘gancho’ para atraer estudiantes a nuestros países. Eso, España y su Instituto Cervantes lo hacen bastante bien. Ahí, las universidades latinoamericanas tienen una oportunidad.


miércoles, 9 de diciembre de 2015

Alerta roja en Beijing

El martes 8 y miércoles 9 de diciembre se declaró la alerta roja por contaminación en la capital china. Aunque es la primera vez en la historia que se declara una alerta roja, quienes vivimos en Beijing sabemos que estos días no han sido los más contaminados, de hecho, hace solo una semana la niebla tóxica era más densa y mi nariz y garganta (los radares que llevo incorporados porque soy asmático) me decían que la situación era grave. En enero de 2013, el índice de las partículas PM2.5 rompió records y llegó incluso a 500. Pues bien, hoy el índice solo marcaba 200. El índice al que me refiero es el que mide la cantidad de partículas PM2.5 en el aire. Dichas micropartículas se producen por el procesamiento del carbón y otros minerales, y son tan pequeñas que pueden llegar a los pulmones causando enfermedades respiratorias. ¿Por qué recién ahora hicieron la declaratoria? No lo sé...

Desde Jingshan mirando hasta la torre de la campana que no se alcanza a ver por la niebla. 

Beihai

La Ciudad Prohibida

Ciudad Prohibida

Plaza de Tian'anmen, al fondo el mausoleo de Mao Zedong.

Plaza de Tian'anmen

Entrada a la Ciudad Prohibida

En la estación Dongsishitiao. 

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Un día de alerta naranja por contaminación en Beijing

Mientras en París, los líderes mundiales se reunían a hablar sobre cómo mitigar los daños ambientales sin que eso signifique renunciar al desarrollo, en Beijing, la capital de uno de los países que más contamina en el mundo, una neblina tóxica se agudizaba. "¿Este es el precio del desarrollo?", le pregunté a un amigo chino. "Bueno, San Francisco y Londres padecieron lo mismo durante la revolución industrial y hoy son desarrolladas", respondió.


Lunes 30 de noviembre de 2015. Atardecer en la capital china el día en que declararon la alerta naranja por contaminación, situación que ya no nos sorprende a quienes vivimos en Beijing. El nivel de las partículas PM2.5 superó los niveles tóxicos y representaba un gran riesgo para la salud humana. 


Martes 1 de diciembre de 2015. No ha corrido viento y la situación empeora. La nariz y la garganta están irritadas. Un ejército de gente enmascarada llena las calles. 



Exageraría si dijera que todos los días son así en Beijing, de hecho no había visto un día tan contaminado como este desde enero de 2013. En verano hay muchos días de cielo azul, pero en invierno todo se complica porque encienden la calefacción que es alimentada con energía obtenida del carbón. Estamos a -10 grados, así que apagar la calefacción tampoco es opción. 



En palabras sencillas, las partículas PM 2.5 son tan pequeñas que puede atravesar las barreras protectoras de nuestro sistema respiratorio hasta llegar a los pulmones y, a la larga, provocar enfermedades. En China, el índice de personas con enfermedades respiratorias y cáncer de púlmón está creciendo aceleradamente. 


¿Por qué no toman medidas radicales? Eso significaría suspender las actividades de cientos de fábricas metalúrgicas y, por ende, frenar el desarrollo económico del país. Cuando a los chinos se les cuestiona esto responden: "Meibanfa" que significa "no hay modo, no queda de otra".


Así que como "no queda de otra", Totoro y yo nos fuimos a dar un paseo. La vida continúa, solo hay que protegerse. 


Con Michael, Xiaofei y Totoro dando un paseo en Ciudad Gótica.